Una sonrisa amable es siempre apreciada por nosotros, sin embargo la mayoría de las veces, nos resistimos a sonreír nosotros mismos. Es una contradicción difícil de explicar que gustándonos tanto que nos atiendan con una sonrisa, seamos tan reacios a sonreír, cuando alguien requiere de nuestra atención. Vemos a diario en los medios de comunicación una cantidad predominante de rostros violentos, adoloridos o airados, que nos conmueven y cuando vemos rostros sonrientes, a menudo nos parecen falsos o forzados, tendemos a pensar que estas personas sonrientes, están utilizando su talento para engatusarnos y sacar provecho de nosotros. También nos parece increíble que alguien nos acoja con una afectuosa sonrisa sin conocernos, y esa maravillosa sonrisa a primera hora de la mañana cambió nuestro día.
Sólo el ser humano sonríe
Valorar poco la sonrisa es lamentable ya que es uno de los rasgos típicos del ser humano. En el libro, «Philosophical Investigations», Ludwig Wittgenstein, considerado por muchos el filósofo más profundo del sigloXX, expone: «una boca sonriente sonríe sólo en un rostro humano». Esto quiere decir, según sus palabras, que para que una sonrisa tenga un significado, hace falta un rostro humano que se lo dé, quizás también sugiere que un rostro es plenamente humano cuando sonríe. Que la capacidad de sonreír es un accidente propio de los seres humanos, fue advertido por los escolásticos medievales, postulaban que era una propiedad derivada necesariamente de su esencia. «Omnis Homo Risibilis est» o «Todo hombre es capaz de reír». Tomarse el trabajo de sonreír es una manera sencilla en el que cada uno puede hacer un poco más humano el mundo y por consecuencia, la propia existencia.
La ontogenia de la sonrisa, esto es, la forma originaria de ésta de formarse en el niño, explica que es un reflejo espontáneo en el arco bucal del bebé satisfecho, esta lleva a su madre a pensar que el bebé le está sonriendo, ésta emocionada, lo premia con arrumacos afectuosos. Entusiasmado a su vez ante estas oleadas de ternura afectiva, el bebé, le responde imitando la expresión del rostro materno, con una sonrisa cada vez más abierta y franca. Este singular proceso educativo nos muestra que la sonrisa es sobre todo, una valiosa conducta comunicativa y no un mero reflejo espontáneo de placer.
Es una causa, no un efecto
Siempre es muy agradecida una sonrisa. Al igual que la madre con el bebé lactante, alguien que sonríe, cosecha muchas veces, el afecto y la sonrisa de los demás. La frase mayormente conocida de William James, uno de los fundadores de la psicología contemporánea, » No lloramos porque estamos tristes, estamos tristes porque lloramos», nos hace meditar si algo parecido puede decirse de la sonrisa.
No sonreímos porque estamos contentos, estamos contentos porque sonreímos
Que la sonrisa al inicio parezca forzada o artificial, con la práctica diaria calará hasta el fondo alegrándonos de verdad.
El motor de la historia humana, si que la historia tiene un motor, es el amor, el diálogo y la comunicación entre las personas y los pueblos y no la guerra como piensan algunos. Esto reafirma la idea de que es posible cambiar el mundo por medio del cariño, ponerse a sonreír es empezar a cambiar el mundo con pequeñas acciones, porque sonreír significa poner el amor y no el propio interés en el centro de la vida. Entonces, para comenzar a cambiar el mundo, merece el esfuerzo comenzar a trabajar en la magia de sonreír.